Colaboradores, clientes, proveedores, etc. Todos ellos personas que interactúan con nuestra organización. Pasamos horas cada día planificando estrategias, cómo mejorar procesos, coordinando proyectos, etc.
Pero, a veces olvidamos que fuera de las oficinas todos somos igual de humanos. Miedos, sueños, expectativas, temores, etc. ¿Por qué menciono esto?
Porque pocos líderes lo toman en cuenta, y tiene sentido, no podemos dejar que problemas ajenos a la organización (porque ya en la operativa se presentan otros tantos) desvíen nuestra atención, pero tampoco pretendamos que no existen y que al entrar a una oficina las personas “dejamos los problemas en la puerta” como queremos creer.
Separar las aguas
Pero no ignorarlas. Es una realidad que hay personas que atraviesan momentos difíciles, familiares en situaciones delicadas, problemas personales, depresión, emergencias, etc. La lista puede ser muy extensa. Pretender liderar la organización omitiendo estos elementos tan importantes y que tanto efecto tienen sobre nuestra concentración y rendimiento es, a mi parecer, tomar el camino «fácil», aunque sea el más ineficiente.
Empatía
No digo que nos entrometamos en la vida privada de quienes nos rodean (stakeholders), y peor, que nos pongamos a dar consejos sobre lo que las personas “deben hacer”, esa postura paternalista no me parece sana, somos adultos y no podemos empezar a tratar a las personas como niños perdidos. Pero, seamos empáticos y reconozcamos que todos tienen una vida fuera de la oficina.
Recordemos que hay gente que para llegar a su hora de trabajo tiene que despertar a las 05:00 am porque aparte preparan las cosas para que sus hijos desayunen cuando ellos no estén, o que luego de la oficina hay gente que debe pasar a recogerlos a la casa de algún familiar y eso añade unas dos horas a su camino de regreso.
Vida después de la oficina
No esperes recibir lo que no das, pero tampoco esperes que todos correspondan tus esfuerzos. Esta es una lección que tardé mucho en aprender, al principio no comprendía cómo había gente que no ponía el mismo esfuerzo, hasta que comprendí que todos estamos en diferentes etapas de nuestra vida y no puedes esperar que todos corran a la misma velocidad. Y tampoco olvidemos que la remuneración es tan diversa que influye en el grado en el que una persona está dispuesta a «sacrificar» por la organización.
Podemos intentar condicionar el comportamiento de las personas con bonos, premios, etc. Pero no es sostenible. El camino que tomo es el de respetar la diversidad, aceptar que hay una vida después de la oficina. Tomárnoslo con calma y aceptar que todos somos personas. No significa aceptar un desempeño tóxico o gente que busca destruir en lugar de construir.
Significa comprender que algunos corren más rápido, pero que otros aguantan tramos más largos, y que la diversidad nos hace lo que somos. Que nuestro rol como líderes es que las personas brillen desde su individualidad en lugar de tratar de “uniformar” a todos, querer que seamos una masa homogénea, lista para sumarse y reemplazarse en la línea de producción.
Un propósito
Los financieros pregonan que el rol de los ejecutivos es uno solo: maximizar el valor de la empresa y las ganancias para los accionistas, en otras palabras, maximicar la riqueza de los accionistas.
Me parece un propósito incompleto, codicioso y un poco pretencioso. Le falta el elemento humano, ¿de qué sirve maximizar el valor de las acciones a través de prácticas inhumanas?
Detrás de todos hay mucho más de lo que vemos, reconozcámoslo y aprendamos a lidiar con ello en lugar de pretender que no existe.
Somos personas, un líder se debe a su equipo, si todos fuésemos “recursos” no habría liderazgo, solo administración y gestión, eso se hace con los recursos materiales, no con las personas con las que trabajamos.
Buena caza.
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