Con 49 años encima Daniel es gerente general de una gran empresa de logística internacional, su flota cuenta con camiones y vehículos de menor volumen para brindar el servicio de transporte y distribución de mercadería a diferentes clientes.
No la fundó él, fue designado por el Directorio y los accionistas, quienes ya no viven en la ciudad y vienen una vez al año para la asamblea. Y el Directorio, bueno, se reúne una hora al mes y no tiene mucha mayor incidencia. Prácticamente, él es la máxima autoridad.
Daniel es hábil con los malabares ya que su empresa maneja varias contabilidades, realiza ventas sin factura que carga a otras cuentas y con las que paga gastos de servicios de los que tampoco pide una nota fiscal.
Además, que algunos miembros de su equipo trabajan “en negro”, fuera de planilla pese a la evidente relación laboral y al trabajo que desempeñan.
Hace poco uno de sus camiones causó un gran problema cuando sufrió la ruptura de sus frenos. Por fortuna no causó accidentes fatales, pero causó serios daños a la infraestructura de un hospital y todo fue cubierto por la prensa, dejando a la empresa en el centro del ojo de la tormenta del escrutinio público.
Salió a dar una conferencia de prensa e indicó que la empresa estaba haciendo todo lo posible por identificar las causas, y que en ese esfuerzo encontraron hasta el momento que el problema se había originado en el repuesto que fue cambiado por una empresa tercera, que no cumplía sus estándares de calidad. Además, recalcó que el conductor sería retirado de la empresa por su irresponsabilidad, de hecho, que eso ya estaba sucediendo mientras hablaban.
La entrevistadora de esa conferencia fue muy acuciosa y preguntó acerca de haber puesto vidas en peligro. Daniel se mostraba tan afligido como ella, mientras recalcaba el compromiso de su empresa con el bienestar, con la calidad y con que algo así nunca vuelva a suceder.
Si tan solo fuera cierto, Daniel, en su gestión de «reducción de costos», aumentó el tiempo entre mantenimientos al triple, y cuando el encargado le presentaba la proforma de repuestos, Daniel instruía que se reduzca a la mitad, aunque eso signifique comprar repuestos de menor calidad. Poco a poco fue reemplazando al personal antiguo y experimentado por personal más “económico” a fin de bajar costos.
El cinismo con el que se dirigía tan hábilmente en la entrevista era estremecedor. Hablaba del compromiso de la empresa con la calidad, con el bienestar de la gente, etc. Incluso hizo el ademán de que se le escapaba una lágrima ante lo acontecido.
Vendió la idea de que esto era algo fortuito, de que no comprendían bien el origen, cuando él mismo y a conciencia lo estaba generando con sus decisiones diarias.
Por la tarde se reúne con diferentes equipos de su empresa para ladrar órdenes y poner todo claro, especialmente el hecho de que espera más de ellos y que no se conformará nada menos que lo mejor y que si no les gusta ese nivel de exigencia que busquen otro lugar para trabajar. Sí, nada mejor que mantener al equipo motivado.
¿Cuántas mentiras escupe a diario? Difícil saber, porque ni él mismo ya sabe diferenciarlas, pasa mentiras por verdades y verdades por mentiras. Retuerce la realidad a su conveniencia. Exprime cada centavo de cada recurso (incluyendo a las personas que para él no son más que un activo de la empresa).
Obviamente los accionistas sólo reciben medias verdades de lo acontecido, pero están encantados con su gestión tan “productiva”, tan rentable. Finalmente, reciben buenos dividendos y no quieren meterse más. Nadie quiere saber cómo pone huevos de oro la eficiente gallina. Bajo el tapete quedan los sobornos que paga Daniel a inspectores laborales, fiscales y otros soldados de la corrupta maquinaria estatal que están más que gustosos de irlo a visitar.
Él paga, los otros reciben, todos siguen con sus vidas. Todos se vanaglorian de sus gestiones. Luego del incidente de los frenos de uno de sus camiones el tiempo pasó y Daniel apareció en la tapa de una revista de “EMPRESARIOS SOBRESALIENTES” que contenía una entrevista de 3 páginas acerca de su historia de superación, de cómo un estudiante promedio logró ganar una beca para estudiar en una prestigiosa universidad de Centroamérica y regresar a su país para ser nombrado gerente de una empresa de logística.
Y es que ya nadie sabe nada, como dice Seth Godin. Ya hasta la sonrisa más hermosa es en realidad un montón de dientes desgastados sobre los cuales se colocan tapitas blancas y bien alineadas.
Al finalizar el día, luego de sus “excelentes” y “eficientes” gestiones Daniel regresa a su casa, toma asiento y se pone a escribir un artículo para el periódico semanal donde comparte su sapiencia empresarial y critica fuertemente el contrabando que atosiga su economía, aunque muchas veces dio servicio de transporte a empresarios de dudosa procedencia.
Pero oigan, su empresa es rentable, genera “riqueza” para los accionistas, él recibe un buen sueldo, su personal tampoco está mal pagado considerando su experiencia (aunque no todos gozan de los mismos beneficios), y mueve la economía. Es eso lo que esperamos de un buen gerente general… ¿verdad?
¡Buena caza!