¿Quién o qué les asigna el valor a nuestros productos o servicios? No valen nada hasta que…

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El valor de las cosas parece ser algo intrínseco, que las cosas ya tienen un valor dado, pero, ¿es realmente así? Por ejemplo, el oro, ¿esa piedra dorada valdría lo que vale si nadie la quisiera?

Por otro lado, elementos de la naturaleza que, por más pequeños que sean, cumplen un rol fundamental y que muchas veces pasan desapercibidos. No es que muchas personas reconozcan la importancia de estos elementos, pero sin ellos nuestro sistema se desmoronaría.

Y como sociedad replicamos ese modelo, cosas que damos por seguro, que ya son parte de nuestro día a día, la red eléctrica, por ejemplo, o la red de internet, sin las cuales nuestra vida no podría seguir de la misma manera.

Un producto puede ser genial, magnífico, pero si el mercado no lo quiere, no lo acepta, o algo muy interesante, si no somos capaces de comunicar sus beneficios, su valor es se desploma.

El tema de valor y precio también son muy importantes, una cosa es lo que pagas y otra el valor que percibes cuando recibes del servicio o el producto.

¿Es entonces el valor que percibe la gente, el que le da valor al producto, servicio o incluso a la empresa? Lo que las personas perciben se transfiere al objeto.

Son nuestros clientes y personas involucradas (stakeholders) quienes le dan valor a la empresa, no solo a cuánto dinero tiene ésta en el banco, o incluso a su precio de “mercado”, sino a muchos otros factores.

No solo lógicos, entran factores emocionales, intuitivos, perceptivos, deseos, necesidades, etc. Es una mezcla de cosas que hacen que las personas transfieran y “otorguen” valor a los productos, servicios y empresas.

Y asocian aquello que despierta dentro de ellos a la marca, el famoso branding y cómo las grandes corporaciones usan este vínculo para profundizar aún más la relación con sus clientes.

Cuando hay una persona que se cree demasiado dicen que se cree “la última Coca Cola del desierto”. Y es porque no es lo mismo tomar una gaseosa tibia una tarde cualquier que una Coca Cola helada en medio del desierto. El valor cambia según estas percepciones.

Otro caso es el de Apple y el famoso iPhone, algo que tal vez nadie pensaba que necesitaba hasta que se trabajó de tal manera que ahora muy poca gente concibe la vida sin su smartphone. No es que se “haya creado la necesidad”, es que se ha despertado mucho más dentro de nosotros. No se creó una enfermedad para vendernos la cura, sino que se despertó en nosotros el desear el último iPhone, necesitarlo y ver su utilidad en nuestra vida, de ver, sentir, percibir e intuir su valor.

Considero que el concepto de Valor agregado va por ahí, no solo es comprar materia prima y transformarla en un producto terminado. Sino que va mucho más allá, despertar y atender todas esas cualidades de la persona cuando adquiere el producto. Se mezcla necesidad, deseo, escasez (porque no podemos comprar todo, nuestros recursos son limitados), comodidad, utilidad, miedos, inseguridades, ahorro de tiempo, etc.

¿Quién o qué les asigna el valor a las cosas? Nuestros productos o servicios no valen nada hasta que otras personas le otorgan ese valor muchas veces sin darse cuenta incluso, y en otras conscientemente adoptándolas como parte de su vida.

Pero este concepto se está prostituyendo como parodian muchas series con que el valor agregado de las empresas es: «hacer del mundo un lugar mejor». Aunque sea una empresa que fabrique mondadientes. No decimos que no sea cierto, pero si tu valor agregado cae en algo tan genérico tal vez haya que darle una revisada y ser más sinceros sobre el valor que realmente queremos aportar.

¡Buena caza!

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