El rol de un “jefe” o mejor llamado líder, es el de articular la operación, ser el nexo con el equipo, transmite las estrategias y retroalimenta las opiniones de su equipo. Debe ser un líder, pero cuando se trata de un “mal jefe”, ¿qué tan perjudicial es para tu organización?
Es bien sabido que muchos jefes gestionan sus equipos de forma tóxica. Se manejan mucho con “técnicas” de manipulación, centralizan en extremo, no son parte de las soluciones, solo buscan culpables, se quedan con el crédito de buenos resultados, etc.
¿Cómo afecta esto a la organización?
Burocracia
Esta excesiva centralización y actitud mezquina ralentiza la operación del equipo. Se crea la cultura de que todo debe pasar por el escritorio del mal jefe.
Se crea un cuello de botella que restringe el flujo de ideas.
Esto de la excesiva centralización usualmente viene acompañado con un exagerado requerimiento de informes y reportes que en algunos casos llegan a ser diarios. El equipo se dedica a hacer informes y reportes solo para satisfacer el requerimiento del mal jefe en lugar de aportar valor a la operación.
El “mal jefe” ya no cumple su función
Entre autorizar y leer informes, el mal jefe va relegando su verdadero rol. Su tiempo se ve consumido por este tipo de actividades.
Deja de motivar al equipo, deja de ser un puente entre ambas partes (Colaboradores y Dirección de la organización) y todo se va truncando, como una arteria que va acumulando colesterol.
En mi experiencia, este tipo de “jefes” tergiversan la información y le dicen a la Dirección que los malos resultados (cuando estos se generan) son culpa de su equipo, que no están comprometidos, que son ineficientes, que no están preparados para sus cargos.
Creando la coartada perfecta para mantenerse pasivo ante los eventos y dar continuidad a esta postura que perjudica a la organización.
Bomba de tiempo
Este tipo de jefes centralizadores y tóxicos crean una bomba de tiempo que explotará eventualmente. Y es que todo depende de ellos, no comparten información con el equipo, nadie sabe lo que él o ella saben, y se vuelve como un grifo que comparte con la Dirección solo aquello que el conviene por parte del equipo.
He visto a este tipo de “jefes” ocultar reclamos que el equipo tenía sobre ellos o algo que andaba mal en la oficina solo con la intención de no quedar mal. Se pierde la transparencia del equipo que tienen a cargo, llegando al punto incluso de maquillar datos solo para permanecer donde se encuentran.
Y, aparte, se hacen de alguna manera “imprescindibles” ya que nadie sabe lo que hacen. Son una amenaza terrible en ese sentido. Porque llegan a acumular tanta información que en lugar de ser un nexo se convierten en pequeños reyes de tu dominio. Cuando salen de vacaciones solo dejan lo suficiente y necesario (aunque a veces ni siquiera eso) para no compartir mucho poder.
Fuga y repelencia de talento
Es casi un hecho que este tipo de mal jefe genera una fuga de talento de miembros del equipo que no toleran esa postura.
Nuestras organizaciones pueden verse severamente afectadas por estas actitudes. Y el talento no solo se va, se repele. La gente que sale comenta con sus colegas sobre el equipo y hace que menos gente quiera ir a trabajar a la organización. Creando este efecto dominó que daña la imagen de la organización en el mercado laboral.
Baja la vara
Un mal jefe de este tipo, en mi experiencia, no quiere verse amenazado por gente talentosa que le obligaría a perfeccionar sus cualidades. Prefieren quedarse en la zona de confort y por ello contratan gente que no representa una amenaza. Y le declaran la guerra a quienes son un potencial peligro para su statu quo, incluyendo a buenos líderes del resto de la organización.
Nuevamente se genera el efecto dominó y a lo largo de la organización se difunde este pensamiento promoviendo la mediocridad.
Un mal jefe no solo no quiere amenazas de sus colaboradores, sino tampoco de otros mandos medios.
Conclusión
Un mal jefe es definitivamente un obstáculo para la organización. Un buen líder puede ser un catalizador de ideas y amplifica cosas positivas. Un impacto muy fuerte e importante que debemos tomar en cuenta al momento de evaluar el desempeño de nuestros equipos. Buena caza.