El mundo organizacional está plagado de metas que no se cumplen en su totalidad, en muchos indicadores (y quienes manejan el control de gestión no me dejarán mentir) nos contentamos con un cumplimiento mayor al 80%. Lograr un 90% es algo extraordinario y lograr el 100% es extraño, de hecho, alguna vez escuché alguien que decía que si se logra el 100% es porque la meta fue muy “poco retadora”.
Esa lógica hace que cumplir la meta en un 100% sea algo casi inalcanzable, la lógica es que siempre esperamos que nuestros recursos financieros y que nuestro equipo trate de rendir cada vez más.
Todo en aras de la productividad.
Pero, ¿qué pasa cuando logramos nuestra meta? ¿Qué pasa cuando finalmente logramos ese 100% o esa marca verde en nuestra tablita?
Logramos la meta ¿Y ahora qué?
Es la gran pregunta de esta entrada, cuando logras que la organización sea rentable, evolucione, que el equipo se encuentre en bienestar, etc.
Te encuentras en esa situación, ¿y ahora qué? ¿Nos trazamos metas más ambiciosas? ¿Si ganamos $1 millón ahora planificamos ganar 2?
No tengo la respuesta. Pero, creo que “crecer” o “expandirse” ilimitadamente como organización no es viable porque esta semana he visto muchos documentales que iré compartiendo sobre las prácticas predatorias de las organizaciones con la meta de “vender más” “crecer más” “ganar más”.
Aprendiendo a ser
Y otra pregunta, ¿qué pasa si cuando logremos nuestras metas no sentimos lo que esperamos? Sin duda lograr nuestros objetivos traerá satisfacción y un sentimiento de haber superado los retos, pero si depositamos todo nuestro bienestar en esos objetivos, nos estamos haciendo daño.
Anoche escuché que alguien decía que nuestro gran error como sociedad es confundir el TENER con el SER.
Yo añado que también confundimos el LOGRAR con el SER. Somo muy “resultadistas” y, por ello, nuestro bienestar depende de aquello que logramos.
Pero en un sistema donde hacemos cada vez más difícil obtener ese famoso 100%, parece que nos estamos saboteando para nunca estar a gusto ni con lo que logramos ni con lo que somos.
Mi reflexión al llegar a este punto es que aprendamos a ser, a estar a gusto con nuestro presente. No sin el deseo de EVOLUCIONAR, pero disfrutando del proceso, del día a día, y no empeñar nuestro presente.
Hay muchos matices al respecto, porque alguien podría preguntar: ¿cómo puedo estar a gusto con una empresa a pérdida o al borde de quebrar? Y lo entiendo, no pretendo cubrir con una “totalidad” todos los posibles escenarios.
Cada caso es único, pero nos sacamos una mochila muy pesada cuando dejamos de vivir en escenarios futuros, y empezamos a descubrir nuestro presente para que desde este punto podamos actuar y seguir evolucionando.
Y la última pregunta cuya respuesta aún no conozco pero presiento: ¿lograr los objetivos nos traerá el estado de bienestar o estando en un estado de bienestar lograremos evolucionar y alcanzar nuestras metas? El huevo, o la gallina.
¡Buena caza!