Una historia sobre la importancia de poner los papeles en orden.
Margarita es una emprendedora, tiene su negocio, una consultora que genera suficiente como para cubrir gastos y generar un margen dentro de lo razonable. Ella tiene noción de que el negocio debe cumplir con requisitos documentales, los cuales, a grandes rasgos, son: impuestos, laborales, comerciales, municipales, etc. Burocracia que cada entidad impone con el fin de recaudar más sin importar el tiempo que pierde un emprendedor, que en lugar de crear más impacto y ofrecer valor agregado, está desperdiciando tiempo y atención en estas cosas. Por ejemplo, en su ciudad la alcaldía le cobra un pago anual sin que eso represente ningún beneficio para ella y su organización.
A Margarita le inquieta todo eso porque no sabe si con lo que su consultora ya tiene es suficiente o si estará omitiendo algo. Lo suyo es apoyar a empresas a innovar, a pensar en nuevos servicios y productos, pero todo esto la distrae, es como un foco prendido al fondo de su cabeza que no puede apagar, que siempre está ahí, incomodándola.
Se distrae pensando en si hay algo que esté omitiendo, en lugar de estar pensando en cómo crecer su negocio (y el de sus clientes), sabe que no es la única, hay muchos otros emprendedores que caminan con la misma preocupación, otros ya resignados solo avanzan sin saber su omisión o habiéndose vendado un ojo voluntariamente.
Recuerda una clase de su maestría en la que un compañero compartió que por desconocimiento no presentó un formulario que representó para su empresa casi $3,000 de multa. Y que, en simultáneo con las clases, el compañero debía salir a firmar algunos documentos para que pueda acogerse a algún plan de pagos o alguna forma de evitar lo que sería el fin de su negocio por el mal momento que atravesaba y que no podía permitirse pagar ese tipo de multas.
Ella ya perdió muchas horas en instituciones públicas que requieren la firma presencial del representante del negocio para atender los diferentes trámites, conoce bien los asientos de cada lugar y ya está familiarizada con el maltrato que recibe de parte de funcionarios que parecieran estar haciéndole un favor al atenderla sin siquiera asesorala bien, no todos, pero la gran mayoría.
Solo uno de los trámites es online, el resto requiere de tiempo y atención. Sí, la burocracia apesta, cada vez que va a hacer estos trámites que le toman toda la tarde se indigna por cómo se desperdicia el dinero de los impuestos que paga en procesos que pueden ser mucho más sencillos para los contribuyentes.
Sigue en la lucha, a su alrededor son incontables los casos de gente que se vio muy perjudicada por no tener los papeles en orden. No solo empresas, sino personas naturales también, como su tía Magda que trató de vender su casa y se topó con que ésta tiene una restricción de libre venta que data de hace 40 años y ahora debe hacer el trámite de liberación, pero antes debe esperar que los funcionarios se tomen las vacaciones de fin de año porque no hay otra forma de hacerlo y esto representa una espera de 3 meses entre las vacaciones y lo que dura el trámite.
O de la amiga que quebró pero que no puede cerrar su empresa porque cerrar es más penoso que abrir y que, al no tener todos sus papeles en orden, está en el limbo, siendo sin ser. Porque así es con las entidades de su país, donde se aplica la ley de la atracción y cuando cierras tu empresa atraes una fiscalización de impuestos.
Este intrincado sistema que ata a quienes quieren hacer algo le parece absurdo y hasta se resigna con que, en algún momento, tendrá que pagar multas como una especie de impuestos ocultos que se le imponen injustificadamente, y con la mala intención de esperar un error en lugar de ejercer un control transparente como se supone debe ser. Esperando que dé un paso en falso, que llene tarde un formulario o que no se entere de que ahora, en lugar de usar la versión 500, debe usar la versión 501.
Margarita sabe que hay gente que quiere burlar el sistema encontrando formas legales de pagar menos impuestos o de salir de la jurisdicción de los perseguidores silenciosos, esos que esperan tras la puerta. Se suma el toque de injusticia donde ella, por no presentar un formulario correctamente paga $100 de multa, mientras que cientos de miles de dólares ingresan a su país en forma de contrabando libre de impuestos.
Ni hablar del guiño entre partes donde los billetes pasan para “agilizar” procesos. Algo tan normal en su región que se siente rara de no haberlo considerado. De tratar de hacer las cosas de forma correcta. Hace menos de 24 horas se enteró de un soborno de $50,000 a un funcionario para omitir toda una serie de procedimientos a favor de una empresa extranjera.
No gana nada pensando en esto, no quiere caer en ese grupo de sobornos, se siente mejor que todo ese sistema podrido diseñado para tal fin. Sabe que hará todo lo posible por estar a la altura de lo que significa enfrentarse a todo este entramado burocrático que no busca beneficiar a quienes se atreven a dar el paso de emprender, sino de enriquecer a algunos burócratas que sin la intención de controlar o fiscalizar, solo quieren cobrar y engordar las billeteras.
Se levanta del escritorio sin dejar la taza de café, se acerca al espejo, sabe que no puede dejar que esto la detenga, muchas personas lo lograron, incluso en sistemas mucho peores, sin haber canjeado sus valores solo por seguir trabajando (pensar en eso le estremece, dejar de ser tú solo por tener la oportunidad de trabajar), pero seguirá adelante, Margarita es una guerrera y todo esto solo la llena de determinación, está atenta a sus obligaciones con la intención de estar al día. Y si llega el momento de afrontar una sanción la enfrentará mirando a los ojos al problema.
Sí, sabe que la burocracia apesta, pero tendrá sus papeles en orden.
¡Buena caza!