El inversionista codicioso que no tenía nada

Inversionista codicioso

Bernardo es un inversionista codicioso, no lo niega. Reconoce sin tapujos su amor por el dinero, él no viene de una familia de escasos recursos, ni vivió en el otro extremo pudiente, lo que sí es que siempre se dejó deslumbrar por el brillo de la elegancia y, lo que para él era, una vida de comodidad y derroche.

A su alrededor no tenía ejemplos de gente rica, pero los medios audiovisuales de su época lo dejaron deslumbrado con todo ese contenido de autos lujosos, mansiones, relojes caros y derroches que le hacían agua la boca.

Llegado el momento, saliendo del instituto en el que estudiaba, decidió perseguir ese objetivo y se puso manos a la obra para vivir de sus inversiones. Su sueño era no tener que trabajar por dinero y que el dinero trabaje para él, pudiendo así vivir de los dividendos, pero no una vida cualquiera, no, no, él quería una vida bien acomodada.

Sus papás hicieron un esfuerzo por mandarlo a una universidad donde pudiese establecer contactos que le ayudarían en su carrera profesional, y así fue, con un par de amigos herederos de una empresa chocolatera gigantesca, pusieron una empresa que producía alimentos para mascotas, fue un éxito de su época (esta parte siempre se escribe o se dice tan fácil, pero les costó, además del toque de suerte que tuvieron).

Vendieron su start up y tomaron rumbos diferentes. Bernardo hizo cálculos y vio que no le alcanzaba lo que había cosechado de su emprendimiento para vivir como él quería, así que se alió con unos inversionistas de riesgo y capital semilla para que en conjunto puedan invertir en otras start ups. No todas tuvieron buen resultado, pero hubo un par (de 25 intentos) que rindió lo suficiente como para tapar los malos resultados y generar buenos retornos netos.

Así, Bernardo hizo su maestría en finanzas, donde aprendió a diversificar su portafolio, ahora su dinero se encuentra divido entre oro, un hedge fund que no se reconoce como tal en Nueva York, y otros activos. Ya casi podía sentir que se materializaba su sueño de vivir de dividendos y retornos. Pero aún faltaba mucho.

Bernardo ya podía vivir cómodamente (mas no ultra lujosamente) de lo que ya había generado. Él quería más, necesitaba más. Su amigo Carlos una vez le preguntó, ¿Cuánto quieres? “Todo” respondió Bernardo ya presa de su propia historia de éxito en el mundo empresarial, olvidando el toque de suerte que tuvo.

Pero siguió y siguió, hasta que, a sus 58 años, viendo que no podía vivir como quería aún, empezó a buscar opciones para multiplicar rápidamente su dinero, estuvo a punto de meterse a las criptomonedas, pero le pareció que muchas páginas eran estafas y no se animó.

Por un momento estuvo a punto de “conformarse” con lo que había logrado, pero no, inaceptable para él algo así, él quería y necesitaba más. Pero ¿cuánto más? Ya tenía un penthouse lujoso, la posibilidad de viajar a cualquier lugar cuando quiera, un par de autos muy lujosos en su cochera. Difícil responder algo tan personal, ¿será algo impulsado por un trauma o un miedo?

Jung en uno de sus libros habla de cómo la codicia y la lujuria son dos elementos fundamentales de la personalidad humana, y de que no ser “superados” toman el volante de la vida, y ser “pobre”, o, mejor dicho, “no ser rico” es visto como un crimen, como un símbolo de menor valía. Tal vez algo así le pasaba a Bernardo. Tal vez no haber desarrollado nunca una vocación más que la de hacer dinero le prohíben parar, porque se vería frente a un abismo sin nada más que su oscuridad por delante. Sabe que sin su dinero ya no queda nada, no es nadie, y eso hace que su piel se erice.

El punto es que no paró, Bernardo encontró un par de fondos de dudosa procedencia, que sin explicar cómo, ofrecían y pagaban retornos muy por encima del mercado, nunca le importó saber los pormenores, pero tampoco dejó de dudar de ellos, siempre sospechó una mezcla de lavado de dinero con financiamiento de acciones ilegales, pero ya solo importaba el retorno.

A sus 65 años Bernardo ya estaba forrado en millones de dólares, con propiedades en varias ciudades, autos lujosos a montones y todos los gustos que se podía dar. Obviamente ya había dejado a su esposa de 60 por dos amantes de 30 años y su coqueteo con los vicios pasó de ser eso a ser una relación de amor y odio. Más que nada por el alcohol, pero sin dejar de lado otras sustancias que eran frecuentes en las reuniones de sus círculos sociales. ¿Cómo alguien que supuestamente lo tiene todo necesita escapar por un momento de su realidad?

Era invitado recurrente a entrevistas de revistas y medios financieros donde compartía su inspiradora historia, ahora compartía también sus técnicas y consejos financieros. Claro que eso inflaba su ego, lo llenaba de satisfacción ser reconocido por los demás, quienes destacaban su habilidad de hacer dinero. Había pasado por el directorio de varias entidades de mucha importancia y poder dentro de su región. Con vínculos globales incluso, ya estaba metido en el círculo más exclusivo al que podía haber aspirado.

Pero por las noches, cuando se sentaba a solas consigo mismo, sabía que aún necesitaba más, el yate que se había comprado hace poco no le convencía por completo, especialmente cuando un ridículo de su country club compró uno mejor.

Bernardo murió a los 74 años podrido en dinero, ex esposas, hijos y nietos no fueron al entierro ya sea por estar dispersos por el mundo disfrutando anticipadamente de la herencia o porque tuvieron conflictos con Bernardo por temas de dinero. Nunca se conformó con el número que mostraba su cuenta bancaria y ya ningún baño de oro parecía saciar su apetito y su codicia.

Un hombre que supo hacer dinero como el mismo Midas, que nunca dejó de buscarlo, pero que también supo podrirse en él. Codicioso a todo dar, orgulloso de su fortuna, de su poder, y todo lo que ambos conllevan.

Cuando murió le hicieron muchos homenajes en medios financieros y de negocios. “Despedida al Gran Midas” decían los encabezados. Ahora su historia es contaba en las universidades de negocio de todo el mundo, por su visión, por su capacidad de generar riqueza. Se hizo un documental de 3 capítulos sobre su vida, está en una plataforma de streaming y ya está en el TOP 5 de “los más vistos”, resaltado esa fascinación que tenemos con el dinero y con la gente que lo tiene todo (o casi todo).

Las grandes fortunas nos encandilan, tanto como a Bernardo cuando era niño. Esta es la historia de un inversionista codicioso, aquel en el que también proyectamos nuestros propios deseos, muchas veces lo que le da propósito a nuestra vida, tener más de lo que podamos gastar.

Y para ti, ¿cuánto es suficiente? ¡Buena caza!

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