Están por todas partes. Dentro y fuera de nuestra organización. Nos separa la distancia en algunos casos, el idioma, la ideología, creencias, color de piel, género, edad, nivel socio económico, etc. Desde nuestra infancia nos dividen por grados y paralelos.

Dentro de nuestra organización tenemos niveles jerárquicos, títulos académicos, también nos topamos con barreras de género ni las generacionales. Cubículos, oficinas y espacios para parquear, todo es una oportunidad para separar y dividir.

Inimaginable pensar que un colega debe pedir autorización a su inmediato superior para comunicarse con una persona fuera de su área. O que cierto grupo de personas recibe privilegios corporativos solo por estar “arriba” en la pirámide.

Inconsciente, o conscientemente, construimos esto para mantener nuestra zona de confort, de alejarnos de lo diferente, de lo incierto. Para crear una falsa ilusión de control.

Junto a nuestros equipos tenemos el poder de crear, de construir; durante décadas lo hemos usado para construir muros y murallas. Tal vez ahora es hora de eliminarlos y pasar la página, de usar ese poder creador para construir organizaciones de confianza y transparencia.

Llevamos enraizada la manía de clasificar, segmentar y departamentalizar. Debemos tomar conciencia de esto porque sin importar cuántas paredes construyamos, ninguna nos protegerá de nosotros mismos encerrados en estas prisiones imaginarias.

No tener murallas no implica que todos somos iguales, significa que nos aceptamos en nuestras diferencias.

Y cuando derribemos esos muros imaginarios en nuestras organizaciones veremos que van cayendo muchos otros en el horizonte. Porque, como escuché hace un par de días, tal vez debamos nuestro progreso no a la construcción de muros, sino al habernos enfrentado juntos a los peligros durante tantos siglos.

Gracias.

Buena caza guerreras y guerreros.

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