La burocracia en la organización es terriblemente costosa. Casi imposible de cuantificar, no solo por los recursos que invierte la organización en “mantenerla”, sino también por lo que dejamos de percibir, las ventas o negocios perdidos por burocracia.

Reitero, no solo es lo que cuesta mantener un sistema burocrático, sino también lo que dejamos de ganar por ello.

Otro efecto de la burocracia es el estrés que genera en los colaboradores, clientes, proveedores, etc. Cosas que pueden resolverse de manera muy fácil se complican solo por la burocracia. Y eso tiene un efecto emocional, envía y refuerza un mensaje: intentar algo aquí es difícil y toma tiempo.

Pero ¿dónde surge este generador de costos financieros y emocionales?, la burocracia se origina en la falta de confianza y costumbre. Uno es la falta de confianza que nos lleva a poner todos los candados posibles para mitigar riesgos y miedos. Y el otro, no sé si peor, es la costumbre, que, porque siempre se hizo algo de una manera, se seguirá haciendo así.

La burocracia tiene otra cara oculta cuyo costo no solo es el dinero, es algo mucho más valioso, es el tiempo de la gente. Tiempo, un recurso que se nos escapa. Tiempo de muchas personas que pueden usar sus talentos para algo mejor, para algo de mayor trascendencia. Talento desperdiciado, una tragedia en nuestro mundo laboral, tanto reservorio de talento joven o experiencia de gente mayor, desperdiciados, ofrecidos como tributo solo para mantener la burocracia. Un precio altísimo que parece todos estamos dispuestos a pagar; tal vez porque no contemplamos la dimensión de lo que perdemos, tal vez porque no nos atrevemos a invertir esfuerzo y recursos en automatizar y mejorar las cosas.

No lo sé, pero cuando nos demos cuenta de todo el talento, toda la vida, que estamos desperdiciando en burocracia, siento que cambiaremos las cosas.  

¡Buena caza!

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