Tal vez has escuchado esa metáfora de que nadie quiere hablar del elefante en la cocina. Y eso pasa en las organizaciones. De hecho, puede pasar en todos los grupos sociales, desde una empresa hasta una familia. Trata de la decisión “consciente” de ignorar problemas tan grandes como un elefante apostado en la cocina y que nadie quiera hablar de ello como si eventualmente fuera a salir por la puerta trasera.
Una organización, como una familia, es un sistema bastante complejo y mientras más integrantes esa complejidad aumenta exponencialmente. Es un sistema que al llegar a un tamaño suficientemente grande permite a sus integrantes deslindarse de lo que suceda con él, como que adquiriera vida propia y fuera a actuar sobre sí mismo. O sea, nadie hace nada por sacar al elefante de la cocina, porque sacarlo me incomoda, implica tener una charla desagradable o porque pienso que eventualmente alguien más lo hará.
Pero un sistema que permite que su cocina se llene de elefantes colapsará, estos problemas no desaparecen, se van haciendo inconscientes, como que se van enterrando tapados por nuestra costumbre. Esto suena razonable puesto que nos ahorramos tocar el tema, pero todo lo que se niega o se reprime se vuelve a manifestar de formas impensadas.
Y ese es el punto de este post, el de reconocer la importancia de ir sacando agua del pozo para hacerla circular, para medir el pulso a cómo se encuentra todo ahí adentro. Una forma de medir la temperatura de nuestra organización, y eso solo se logra hablando las cosas. Tocando los temas incómodos.
Temas salariales (el secreto peor guardado de todas las empresas), temas de igualdad de género, conflictos entre integrantes, malestar del personal, clima organizacional y un sinfín de cosas de las que tal vez preferiríamos nunca hablar. Deben ser tratadas con mucha madurez, pero tratadas, al fin y al cabo. Debemos hablarlas sin temer que nos hagan pasar momentos incómodos porque finalmente es mejor ver venir al toro para afrontarlo en lugar de recibir la embestida con los ojos cerrados.
Para tal fin se pueden crear espacios distendidos, incluso fuera de la oficina. Podemos hacerlo de a poco invitando gente a estos diálogos incluyendo cada vez a más miembros para que todo quede al aire, y estemos al tanto de la situación real, sin caretas, sin negaciones. Somos los responsables de nuestra propia organización y nadie sacará al elefante por nosotros. Es mejor empezar cuanto antes y, así, evitar que la cocina estalle.
Solo háblalo, sé responsable para moderar el diálogo y que éste siempre se encuentre dentro del marco del respeto, pero que todos los elefantes hayan sido mencionados, que proactivamente se acerquen las soluciones, las propuestas. Que poco a poco la cocina se vaya vaciando, porque seguro entrarán más, pero no los neguemos, no evitemos hablar de los problemas como si fuesen a desaparecer, porque no es así, solo se quedan ahí. Todo lo que la conciencia reprime vuelve desde la profundidad del pozo como un tifón que será mucho más difícil de atender.
Tener este tipo de discusiones es parte de la “batalla” por lograr una organización extraordinaria, y hacerlo tendrá sus beneficios. Invito a todos a hacerlo, a abrir esos espacios de diálogo en sus organizaciones, seguro será una montaña rusa de emociones, pero valdrá la pena. Tu organización lo agradecerá.
Buena caza, guerreras y guerreros.