Es fácil idealizar el no lograr los resultados esperados. Nuestra cultura muestra el fracaso como una medalla. Pero muchos de quienes lo dicen no lo ha experimentado.
Ilustro este post con una experiencia personal, un pequeño ejemplo. Hace poco obtuve unos resultados luego de 2 meses de operación que se dejaron mucho que pensar. De hecho, fueron todo lo contrario. Para explicarlo sencillo, había invertido recursos en los 6 meses previos y estos 2 meses de operación perdí una buena parte de lo invertido, pese a que en la proyección esperaba un resultado mucho mejor.
Reprimir o negar las emociones de un mal resultado
Mi experiencia fue tratar de racionalizar todo al principio, explicando los malos resultados, tratando de convencerme de que eran previsibles. Culpándome por no haber actuado lo suficientemente rápido.
Luego, empecé a sentir un torbellino de emociones por el mal resultado, tratando de no desanimarme, pero sin negar que se siente muy mal. Pérdida de tiempo, de recursos, confusión sobre si seguir o detener un momento la operación, etc.
Esto puso en tela de juicio todos mis preceptos sobre esta operación en particular. Empecé a dudar si realmente lo que sabía y hacía era lo necesario para lograr lo que esperábamos.
Vino a mi mente todo el tiempo y recursos invertidos. Se sintió como un desperdicio. Sí, fue experiencia, aprendizaje y todo eso, pero no es tan fácil convencerse de aquello para mitigar la molestia por haber destinado recursos (incluyendo tiempo y esfuerzo) sin haber obtenido el retorno esperado.
Gemas ocultas
No todo fue completamente malo. Si bien el resultado general no fue el esperado, se generaron algunas pequeñas ganancias que no pueden despreciarse. Además del aprendizaje y todo eso que hacemos sonar muy bonito. Encontré resultados tangibles que puedo rescatar.
Combustible para seguir, no un motivo para parar
Luego puse las cosas en perspectiva, este “fracaso” está dentro del juego al que estoy jugando, y me alegra ser parte de ello. Son gajes del oficio como quien dice, pero todo es parte del camino. Si bien los resultados no fueron los esperados, disfruté el proceso. Aunque no por ello me contentaré con recibir otro mal resultado en la siguiente evaluación.
Agradezco por esta experiencia de no haber obtenido buenos resultados, y repito, esto no hace que se sienta menos “fracaso” pero encamina esa energía para volver a intentarlo.
También supongo que es mejor saberlo ahora en lugar de engañarme, para poder hacer todos los ajustes pertinentes.
Finalmente, luego de esta experiencia, confirmo que el fracaso es una palabra con muchos matices que no debe tomarse a la ligera, tampoco quedarse viviendo en él porque se trata de seguir avanzando. Analizar 3 años este fracaso contemplándolo paralizado no ayudaría en nada. No lo idealizo, se siente muy mal y solo queda usar todas estas emociones y aprendizajes como combustible para seguir avanzando.
¡Buena caza!