Crecí junto a la empresa familiar y fue de esa manera durante 32 años y contando, digamos que llegamos juntos. Vi de primera mano cuan agotador es esto, especialmente para los fundadores, quienes a lo largo de los años sacrificaron muchas cosas a fin de que la compañía crezca. Ya las generaciones que les siguieron mantuvieron el balance vida-trabajo en una manera más sensata.
Al principio solo fui un espectador, a los 14 años ya sabía que amaba el hacer negocios e incluso preparé el borrador de mi primer plan de negocios. Era una cadena de lavanderías con un organigrama de una sola persona.
A los 15 durante mis vacaciones de verano por un par de semanas apoyé en el almacén barriendo y acomodando estantes, además de acompañar al distribuidor con mi gorro de navidad entregando pedidos y deseando a los clientes una feliz navidad.
Hace 10 años me uní oficialmente, primero como pasante y luego como Asistente. Y la burbuja explotó. Me enfrenté a un mundo corporativo diseñado para restringir toda individualidad, y así como si nada 2 piercings desaparecieron.
No escapé al convertirme en esta persona corporativa ambiciosa enfocada en las metas, el trabajo y en estar disponible 24/7. Pagué mi derecho de piso cabalmente. Era un tipo exigente, un retraso de 5 minutos y los memorándums volaban desde mi escritorio, no se hacían preguntas, solo se mandaban memos. Siempre tuve un trabajo orientado a los valores, pero en ese entonces pensaba en agotarme por completo para así poder exigir lo mismo a los demás.
Entonces llegó a mis manos un libro llamado “28 líderes que cambiaron el mundo” y junto a gente como Steve Jobs y Bill Gates mencionaban a este desconocido (para mí) empresario brasileño llamado Ricardo Semler, quien transformó su organización a una auto gestionada. Su historia era similar a la mía en algunos aspectos. Estaba fascinado con esa forma de hacer negocios. Leí “Maverick” y “7 day weekend”. Y eso fue todo, las cosas empezaron a cambiar, me volví muy crítico con las antiguas formas de hacer negocios. De cualquier manera, había encontrado una forma de hacer negocios sin sacrificarme, o a otros. ¿El precio real? Deshacerse de paradigmas tan antiguos que estaban escritos en piedra desde sus orígenes.
Conocí amigos que se transformaron en tutores para mí, compartiendo conmigo cada vez más y más contenido. Me metí de lleno en esto, sin permiso reuní a la gente y rompí el organigrama frente a ellos, gritando que nadie era mejor o peor solo por su posición en esa pirámide.
En ese momento estaba a cargo de un equipo de 20 personas y empecé cambios radicales. Cometí muchos errores, pero el área no colapsó, de hecho, estábamos mejorando, y un par de personas empezaron a estudiar en su tiempo libre.
Cometí cada error que pude, porque esto estaba movido solo por mi instinto. Pero logramos grandes cosas, después de hablar con algunas personas, ejecutivos entre ellos, notaron que se puede gestionar un equipo de diferentes maneras y empezaron a aplicar algunos principios. Mucha gente se dio cuenta que la dignidad no se relaciona al título del cargo, sino que es un derecho que todos merecemos. Empezamos un comité de contrataciones e incluso coqueteamos con políticas de horarios flexibles, lo cual creó una cultura organizacional asombrosa. Incluso algunos equipos empezaron a trabajar juntos y organizaron reuniones de confraternización los viernes en la oficina.
Disfruté mucho de esos tiempos, de hecho, el no ser CEO ni siquiera un ejecutivo, lo hizo todo más difícil pero también más divertido. La salud financiera mejoró, pero lo más importante es que disfrutamos el trabajo en conjunto.
Pero entonces la Junta Directiva empezó a tratar el tema de las “políticas extrañas y alocadas” que estaban tomando lugar. Debo admitir que era consciente de que me estaba entrometiendo en cosas que no debía; cambiando muchas políticas y poniendo la organización boca abajo. Lo que me lleva a los tiempos presentes, ahora más maduro y menos confrontacional y tratando de liderar cambios, sin entrometerme ni generar controversia. No me malentiendan, no he cambiado ni un poco mi intención de lograr la auto gestión, pero luego de haber tomado el programa Experto de Semco, encontré una manera más gentil y efectiva, de transformar compañías. Estoy aplicando los principios en mis equipos y estamos empezando un nuevo viaje, ganando experiencia y disfrutando de esta cultura de trabajo.
Durante el programa de Experto de SSI, Ricardo se unió y le pregunté cuál era la lección más importante que había aprendido durante su viaje y me respondió que “removiendo aquellos obstáculos que frenan el desarrollo de las personas, todo estará bien” y entonces me puse a pensar acerca de los obstáculos que evitaban mi desarrollo y caí en cuenta de que querer copiar una empresa autogestionada es un obstáculo, también lo es hacer esto por reconocimiento o solo por dinero. Como con las personas, no hay dos empresas iguales, y cada una debe encontrar su propio camino, que puede ser muy peculiar. Algunos caminan en círculos hasta finalmente correr hacia la meta, otros saltan directamente hacia ella, y algunos, como yo, correrán hacia la meta tropezando a casi cada paso, harán una pausa y continuarán avanzando. Se trata de aprender haciendo y de disfrutar el andar. Algunas veces pensé en renunciar, totalmente frustrado y asustado, pero los beneficios fueron mayores; mantener la confianza es esencial. Así que confía en ti y disfruta tu camino.
Buena caza, guerreras y guerreros.