Es evidente que la economía global ha quedado en una situación delicada, cierres de bancos en diferentes países del mundo, Estados Unidos, Alemania y Suiza entre ellos, y los recortes de personal que realizaron las principales empresas tecnológicas son prueba de ello.
Basta con mirar a nuestro alrededor para confirmar que muchas empresas atraviesan por situaciones difíciles, más allá de escandalosos casos de bancos quebrando por corrupción, el incremento de costos en la cadena logística, la crisis de las divisas, sumado a una fuerte especulación, están repercutiendo en el normal desarrollo de muchas empresas nacionales.
Pandemia de quiebras empresariales
Para las empresas locales la pandemia, además de toda la tragedia sanitaria, trajo consigo una profunda crisis económica de la cual hasta ahora no pueden recuperarse.
En algunos casos se apalancaron, es decir, se endeudaron para pagar sus operaciones, en otros casos se cancelaron proyectos de inversión. Muchos tantos sacaron las tijeras y empezaron a hacer recortes de gastos donde pudieron, incluyendo la lastimosa decisión de prescindir de parte de su equipo. Finalmente, muchas otras decidieron cerrar sus puertas.
Para quienes aún están en marcha, no hay duda que están intentando hacer lo mejor posible para sobrevivir. Algunos lograron estabilizarse, otros hasta ahora no lo logran, y ya se siente el efecto de un sangrante tejido empresarial cuyo flujo de caja se agota y las obligaciones financieras (préstamos, en su mayoría) son cada vez más pesadas y que terminan aplastándolas.
¿Y si hacían mejor gestión?
Es fácil ver desde afuera, criticar la gestión y el manejo de la empresa, criticar que pudieron o debieron hacer una u otra cosa. Pero quienes lideran organizaciones saben que el día a día es agotador, absorbente y muchas veces las bombas de tiempo no se perciben hasta que es demasiado tarde.
Esos peligros no siempre vienen como una pandemia global que deja la economía global en vilo. Pueden ser omisiones o acciones puntuales que nos dejan contra las cuerdas cuando menos lo esperamos, y si sumamos ambas cosas, un evento como ese y la omisión involuntaria de estos peligros, el resultado será bastante difícil de afrontar.
El peligro puede camuflarse dentro de las cuentas o estados financieros de manera sigilosa. Desde una multa por incumplimiento normativo, hasta la omisión de las pequeñas alertas financieras, pueden llevar a una empresa a pasar momentos turbulentos.
El tamaño no importa
Nada blinda a una empresa de estos riesgos, empresas con décadas en su haber está pasando momentos muy duros por retrasos de pagos de salarios, retrasos en pagos a proveedores, altos costos fijos, baja competitividad en el mercado, falta de recursos para innovar, etc. Nunca se es muy grande como para caer. Es cierto que se dispone de más recursos para hacer frente a una crisis, pero también lo es que las empresas grandes son más pesadas, tardan más en tomar decisiones y tienen una mayor carga de costos administrativos y comerciales. Y necesitan una mayor cantidad de ingresos para cubrir todas sus operaciones.
Tampoco se es muy pequeño para cerrar. Los emprendimientos pequeños y medianos son más ágiles, pueden maniobrar mejor, pero también son vulnerables a ligeros incrementos de costos, no tienen tanto poder de negociación, y no disponen de tantos recursos como para encarar crisis. Además, al ser un equipo reducido, usualmente no disponen de alguien dedicado a las finanzas de la organización que pueda detectar a tiempo un posible cierre.
Mejorando nuestras posibilidades de éxito
No hay garantía de que podremos perpetuar nuestras operaciones, pero podemos mejorar nuestras probabilidades, ¿cómo? Realizando un análisis periódico de nuestras finanzas, pero no solo ver unos estados financieros incomprensibles, sino desmenuzándolos, entendiéndolos, y comprendiendo lo que nos están diciendo acerca de nuestra empresa.
Como dijimos, las empresas pequeñas no siempre cuentan con esta posibilidad, pero las grandes, pese a todos los recursos de los que disponen, a veces pasan por alto esta importante labor y se limitan a la presentación de estados financieros, presentación de lo exigido por impuestos, y listo. En ambos casos esas omisiones son cubiertas por el constante flujo de ingresos que cubre gastos, y bueno, finalmente para muchos, mientras recibamos más de lo que gastamos estaremos bien.
No es el caso, el éxito también debe ser administrado. Y la administración debe hacerse con total concentración cuando los ingresos están mermando, pero los costos se mantienen o aumentan. Nunca es demasiado temprano para tomar decisiones y prepararse para posibles escenarios, es nuestra labor como ejecutivos de las empresas. Y por más que nuestro equipo sea extraordinario, está en nuestras manos velar por la salud financiera de la empresa y evitar el lamentable colapso, que no tiene porque ser inminente, pero es necesario actuar, y para ello es fundamental saber la situación financiera de nuestra empresa.