Liderar un negocio es difícil, hay muchos factores propios del juego que intervienen. Pero aparte está la vida, mucho más compleja y amplia, que en el momento menos esperado lanza algo más con lo que tenemos que lidiar. Cuando la cabeza no está en el juego uno pierde concentración, dependiendo de la situación que acontece también ánimos o energía.
Es la historia de José, líder de la industria de alimentos “Agricultura SA”, un tipo muy centrado que tiene claros los objetivos de la organización. Su rutina está clara, despierta temprano, realiza algunos quehaceres personales y luego se dedica al trabajo. Hace una muy buena lectura de sus números e indicadores, sabe hasta dónde estirar la sábana y qué hacer para que su organización crezca.
Bueno, al menos lo era, hasta que un suceso extra laboral aconteció en su vida, una fuerte pelea con su familia por temas de herencias de unas tierras que dejó una de sus abuelas. El tema le cayó como una granada y lo distrajo totalmente.
No solo por la decepción de que su familia no esté a la altura de resolver este conflicto sin pelear, sino por la carga emocional que esto traía, no podemos entrar en la cabeza de José para describir el remolino de sensaciones y emociones que le trajo esta situación, pero es evidente que le afectaba.
Y esto lo notó una de las gerentes de “Agricultura SA”, cuando tuvo que repetir varias veces una pregunta a José sobre la elección de la empresa que realizaría la auditoría externa a la empresa este año.
No solo eso, José, usualmente enérgico y con muy buen sentido del humor estaba sentado con la mirada perdida, ponderando en su interior toda la situación que le había traído este conflicto familiar.
Trató de “dejar los problemas personales en la puerta” como se nos instruye a todos quienes somos parte del mundo laboral, pero no lo logró del todo, tampoco es que fuese un ente inanimado, se daba impulso para poder interactuar y adentrarse en la labores de las que era responsable.
Quien lidera una empresa sabe que no todo lo que brilla es oro, y que detrás del cargo, hay mucha responsabilidad, uno no puede darse el lujo de “ausentarse” sin previo aviso y peor si el cuerpo queda ahí como una maceta.
Entonces ¿Cómo actuar cuando tu cabeza no está en el juego?
José tuvo mucha fortuna, su organización siempre fue muy empática y así como en su momento él apoyó a sus colaboradores cuando tuvieron algún problema marital, de salud, u otro, ahora su equipo notó que José estaba lidiando con algo en su cabeza que demandaba mucha energía y concentración.
Por lo cual, el equipo salió a flote, cubrieron lo mejor que pudieron ese tiempo que José estaba sumido en ese conflicto.
Además, José, con ya 20 años en este negocio, supo que su responsabilidad no podía ser delegada, que aunque contaba con el apoyo del equipo, debía hacer un gran esfuerzo para aportar como se espera del líder, porque esa es la gran responsabilidad que un líder no puede delegar, la de velar por el bienestar humano y financiero de todo el grupo.
Porque, caso contrario, según José, una persona no puede aferrarse a un cargo para el cual no es apto, aunque sea temporalmente.
Encaró el problema y tomó una determinación, decidió renunciar a su parte del terreno, y, por lo tanto, a la pelea familiar. Se sintió raro, pero supo que era lo mejor, no podía dejar que su rol de líder se viera afectado por un asunto personal, ni estaba dispuesto a sacarse los ojos con otros miembros de su familia por el tema de las propiedades.
José sabe que su bolsillo sufrió, pero sabe que a largo plazo también esto favorece a sus finanzas por la ganancia de capital de la empresa y los dividendos, y lo más importante, esto le devolvió la paz y claridad que necesitaba para seguir rindiendo de la mejor manera en la empresa. Un líder se debe a su equipo, y el cargo exige decisiones difíciles, especialmente cuando la vida lanza sorpresas como esa.
La solución de José no es una medida para todos, habrá quien haya encontrado mayor bienestar en lo contrario, renunciar a ser el líder pero dedicarse por completo a luchar por lo que cree correcto. Cada solución en estos casos es única, pero el camino va un poco por ahí, por hacer consciente el problema, ponderarlo hasta estar dispuesto a dar el paso hacia una solución.
No olvidemos el apoyo de su equipo, de haber sido un “jefe” sin ningún vínculo emocional con el equipo, José hubiera estado mucho más vulnerable, incluso a ataques de los mismos miembros, exigiendo soluciones, pero sin saber lo que acontece en el interior de José.
Y eso le decía José a una amiga cuando le comentaba lo sucedido: “a veces los problemas de la cabeza, los lógicos, son los más fáciles, porque cuando el problema es del alma o del corazón, se ponen a prueba todos los preceptos y muchos no aguantan el embate de la tormenta”.
En esos casos no es malo buscar ayuda, y cuando llega, lo sensato es recibirla y agradecerla. Porque es como un tsunami y no hay un argumento lógico que soporte aquello que secuestra tu atención y se interpone en tu progreso. Porque nadie las planifica, en muchos casos solo se presentan en la vida, de manera sorpresiva.
El proceso de tomar una decisión aquí se contó fácil, pero no lo es, muchas veces estas situaciones son muy profundas, a veces van más allá de un conflicto familiar, pueden ser de índole psicológico, emocionales, de estrés, etc. Difícilmente alguien se puede librar de algo así, si sientes que estás en ese caso, o ves alguien en tu equipo así, recuerda que la condición humana es maravillosa, pero también muy frágil y nunca está de más pedir algo de ayuda, u ofrecerla si es el caso.
¡Buena caza!