Hace 2 años estaba analizando la compra de mi primer auto, no estaba del todo seguro, pero alguien me comentó que es un mal necesario y tiene razón, finalmente lo decidí y empecé mi búsqueda.
Vi muchas opciones dentro de mi presupuesto, me gustan los autos caros por su acabo, su capacidad y claro que por lo posicionadas que están las marcas en mi cabeza, pero no les hallo mucho sentido, es un bien que se deprecia tan rápido y en las calles de mi ciudad cada bache lo deprecia aún más. Que yo construya experiencias con el auto no dependerá de su precio, sino de mí, mientras me lleve del punto A al punto B todo estará bien.
Luego de muchos videos de gente haciendo pruebas y dando opiniones de diferentes modelos elegimos uno.
Al ir al concesionario para confirmar nuestra compra me tope con el verdadero asunto de este escrito. La versión “ejecutiva” del auto que había escogido tenía botón de encendido en vez de llave. Yo manejo desde los 17 años y siempre he usado llave, el botón de encendido para mí es nuevo, diferente, y cuando la vendedora lo mencionó empecé a imaginar mi vida en un mundo sin llaves, esa libertad, el ir de un lugar al otro apretando un botón, no más jeans rasgados por dentro a causa de esas arcaicas llaves. ¿Para qué me lo preguntaba? Si era obvio que elegiría el modelo con el botón, hasta que dijo el precio, $2,000 extra por contar con esa y otro par de funcionalidades menores en comparación con el modelo que todavía usaba la llave primitiva para arrancar. Un incremento de casi el 10% sobre el precio.
No podía ser, esas ilusiones de ser un sofisticado conductor sin llave habían desaparecido, tuve que pensarlo mucho, siendo que estaba obteniendo un financiamiento esos dos mil dólares no son solo eso, son intereses, intereses que se pagan a un banco por “asumir” un riesgo conmigo, todo para que pueda tener mi botón de encendido.
Opté por extender mi conducción de la manera tradicional por más tiempo, y he aquí el mensaje que quiero dejar. Nuestra vida al momento de comprar o invertir está llena de botones de encendido, accesorios, funcionalidades, aditamentos, y muchas otras pequeñas cosas que nos venden como mejoras, necesidades, pero que finalmente no aportan nada a nuestra experiencia, sí alimentan nuestro ego, y lo hacen a costa de nuestro bolsillo. Si tu economía te lo permite puedes comprar el auto con el botón, un masajeador de espalda y hasta que diga lo genial que eres, pero si no es el caso, no lo hagas, lo agradecerás tú misma más adelante. Cuidado con endeudarte solo para alimentar el ego.
No todos los productos son para todas, y eso está bien, cada quien tiene sus gustos y posibilidades. Mi punto es que no sacrifiques bienestar financiero futuro por un capricho del presente si no puedes costearlo.
Piénsalo cuando estés frente al próximo fregado botón.
Buena caza, guerreras y guerreros.