La aversión al cambio organizacional es algo real, tanto a nivel personal como a nivel organizacional. Esto tiene su explicación, según un texto que leí, nuestra historia como especia ha sido tan cambiante y se afrontaron situaciones tan inciertas y peligrosas en nuestro camino evolutivo, que no es de extrañarse que prefiramos la estabilidad, entramos a una zona de confort, que, según nosotros, nos mantiene a salvo.
Siendo así, ¿Qué nos impulsaría a cambiar?
El mundo está cambiando a toda velocidad
Las organizaciones que no se adaptan están siendo eliminadas. Casos abundan, Blockbuster, Kodak, sistemas de transporte tradicional como el taxi reemplazado por Uber. Todos hemos escuchado de estos casos que ilustran un movimiento imparable que renueva empresas y quedan solo las que se adaptan.
Otro ejemplo es que no queda ni la mitad de empresas que hace 50 años componía el Fortune 500 que aglutina las 500 empresas más “grandes”.
El mundo organizacional exige adaptación. Las prácticas que funcionaban hace 20 años ya no necesariamente lo hacen. Las organizaciones andan sobre terreno movedizo y quedarse en el mismo lugar no es más que un motivo para hundirse.
Nadie sabe nada
Esta frase la escuché de Seth Godin. Las personas y las organizaciones tendemos a aferrarnos a conocimientos “sólidos” que comparten otras personas, pero muchas veces olvidamos que esas personas también están en proceso de formación y aprendizaje, un proceso que nunca termina. Y finalmente, no hay una verdad absoluta, cada organización debe encontrar aquello que le sirva. Claro que hay técnicas que tienen resultados positivos, herramientas organizacionales que se van desarrollando constantemente y que nos ayudarán a mejorar los resultados del área en las que las apliquemos. Pero no hay una receta mágica que nos ponga por encima de la competencia o garantice un retorno de más del 15% a perpetuidad. Mucho menos que garantice nuestra permanencia en el juego.
Este punto es una de las mayores ilusiones que nos persiguen. Creer que podemos encontrar en alguien o alguna otra organización, una verdad absoluta o una receta mágica.
Tú cambias
Un motivo del que se habla poco, es que las personas que conforman la organización también cambian. Una organización también va cambiando por el tiempo, pasan nuevas personas, líderes, problemas, situación y entorno también afectan y moldean a las organizaciones.
Creer que podemos permanecer estáticos es otra ilusión. Todo evoluciona, somos parte de un sistema dinámico. En realidad, tenemos una decisión que tomar cuando nos enfrentamos a la posibilidad de cambiar.
Dejamos que nuestra organización sea cambiada por el entorno, por la inercia, hasta que llegue el momento de su desaparición por la famosa entropía. O, por el contrario, tomamos la rienda de aquello que podamos controlar y actuamos para adaptarnos a un mundo que así lo exige. No se trata de cambiar por cambiar, se trata de tomar las riendas de un cambio que de por sí es inevitable (el tiempo se encarga de eso) y ponernos por encima de la ola para disfrutar del viaje en lugar de dejar que nos lleve consigo hasta perdernos en las profundidades del océano.
Es mejor gestionar cambios planificados, midiendo los riesgos, dando pasos que paulatinamente nos permitirán llegar a nuestro estado deseado, en lugar de dejar que todo tenga que ser de manera apresurada, tomando decisiones tanto por el cambio como por la prisa y urgencia que tengamos en el momento.
Hacerlo requiere también que pensemos más allá de nosotros mismos, es fácil mantener todo igual (o pretenderlo) cuando tenemos una carrera de 10-15 años en una organización, pero se requiere que pensemos a futuro para entender que el cambio es una constante con la que todos los líderes debemos lidiar.
Buena caza.