No somos iguales. Podemos tener los mismos derechos humanos, podemos merecer acceder a las mismas oportunidades, pero no somos iguales. Y en nuestras diferencias estará nuestra fortaleza.
Nuestras Diferencias
En este sentido de “igualdad” estamos negando nuestras diferencias, como si, inconsciente o conscientemente, las siguiéramos temiendo. Porque claro, como líderes nos es más fácil pensar que todos somos iguales y a todos se los debe “liderar” o peor, “gestionar” de la misma manera.
El hecho de ser parte de una organización, de un colectivo de personas que buscan un fin común, no suprime nuestras diferencias. Si tienes en tu equipo 350 personas pues debes entender que hay 351 personalidades, sueños, metas y sombras. Incluyéndote a ti.
Incluso si tienes una sola persona en tu equipo, estás ante un mundo de posibilidades, un océano profundo que nunca sabremos qué encierra.
Otro Ladrillo en la Pared
La revolución industrial ha permitido escalar a nivel internacional la producción de bienes y servicios. Pero en esta enfurecida y rampante voluntad de homogeneidad, de medición de movimientos y micro movimientos, de “desperdiciar” la menor cantidad posible de tiempo, olvidamos que una persona no es una máquina.
Dejamos de lado aquello que nos hacía únicos. Donde se pregonaba que el pensar estaba prohibido. Ni qué decir de sentir o soñar. Nos es más fácil “acomodar” un ladrillo más en la pared.
La Verdadera Responsabilidad del Líder
Hay mucho debate al respecto, qué tanto se puede delegar y qué labores debe mantener un líder.
Parto de la premisa de que un líder no puede exigir aquello que no da.
Hace unos meses, luego de una larga conversación con un colega donde analizábamos una empresa autogestionada, o las denominadas “empresas sin líderes”, nos preguntamos, entonces ¿qué responsabilidad tiene un líder?
Concluimos algo que sigue resonando en mí, la labor del líder está en nutrir a su equipo y remover todos los obstáculos que evitan el desarrollo del mismo.
Y ahí le di una vuelta más y añadí que también debe remover los obstáculos que evitan su desarrollo, prejuicios, miedos, inseguridades, u otras más “sofisticadas” como expectativas, costos hundidos y otros de los que hablaremos en otra oportunidad.
Uno de esos obstáculos es justamente creer que todos somos iguales, que podemos ser “estandarizados” solo porque no nos hacemos espacio para conocer a nuestro equipo. Porque nunca nos hemos molestado en conocer sus personalidades, sus sueños y anhelos. O tal vez porque al hacerlo nos pararemos frente a un abismo donde también tendremos que explorar nuestros sueños.
Conclusiones
Incluso el reconocer nuestras diferencias permite valorar mejor lo que otras personas logran, aunque no sea obtener un “prestigioso” título universitario. Una persona que despierta muy temprano, prepara la comida para sus hijos, toma 2 autobuses para llegar a tiempo puede que tenga tanto mérito como ello.
¿Por qué pensamos que un líder debe ser una especie de super humano aislado del resto? Un líder debe ser fuerte, porque es una posición de mucha responsabilidad, pero esa fortaleza y crecimiento se da (y se pone a prueba) cuando la líder (o el líder) se atreve a romper esas paredes y acercarse a la gente, al equipo.
Destapando así todo el potencial que el equipo lleva dentro. Todos y cada uno de los miembros, claro que habrá gente que no encaje en la cultura de cada organización, se debe avanzar pese a ello, obviamente habrá gente cuya toxicidad dañará el entorno, se debe avanzar pese a ello. Todas y todos diferentes, únicos.
¿Cómo pretendemos crear culturas de trabajo únicas si pensamos que todos somos iguales? No, no lo somos.
Te deseo lo mejor.
Buena caza, guerreras y guerreros.